lunes, 31 de enero de 2011

"Ahora Alfonsín" según Revista Línea















Que lejano parece aquel 1983, año en el cual se retira la dictadura. Cuando pueda publicar más adelante la entrada "Los 70 en la Argentina II" intentaré expresar mis sentimientos y recuerdos de los bien llamados "años de plomo". Hay conceptos que me resultarían necesarios aquí pero para no ser vueltero iré al grano.

Terminada la aventura militar en el poder y de vuelta a la vida democrática, los argentinos mayoritariamente votaron por el radical Ricardo Alfonsín. Los sectores medios de la sociedad marcaron la diferencia y se decidieron por el candidato más mesurado, espantados por los justicialistas Luder y Herminio Iglesias. A casi cuatro décadas de haber nacido, el peronismo -ya sin su líder- perdía en las urnas por primera vez. Estruendosa e inesperadamente.

En el movimiento nacional (el perdidoso), así como hubo intentos de la dirigencia formal del justicialismo de mantener el statu-quo para no perder su conducción, hubo autocríticas severas para formular cambios de estrategia. Aunque el triste final del peronismo lo conocemos todos y lo sufrimos hoy (los índices de pobreza en la Argentina superan el 40%), en aquel entonces uno de los pocos intentos serios de análisis provino de la revista Línea. Ese medio había sido creado por el pensador José María Rosa y fue conducido durante muchos años por Rubén Contesti, entre otros. Sbarra Mitre integró su staff. Tenía el gran crédito de haber sido uno de los muy pocos focos rebeldes de difusión de ideas libertarias desde los primeros tiempos de la dictadura militar. Fue gente que se jugó el pellejo por ideales democráticos, cosa rara en aquellas épocas. Que se sepa y que no se olvide: la gran mayoría de la clase política jugaba a agradar a los milicos para sacarles alguna concesión a esos dioses ineptos. Muy poquitos llamaban las cosas por su nombre. 

No tuve la paciencia de guardar los ejemplares mensuales de "Línea". Sólo recuerdo que esperaba ansiosamente su tirada para comprobar que había más gente que pensaba diferente al maquiavélico poder y para mantener mi salud mental. Pero hace poco encontré en un estante la editorial de la revista de noviembre de 1983 que analizaba el triunfo de Alfonsín, con bronca y tristeza. No deseo hacer ahora una reevaluación del tema, simplemente decir que si bien en ese momento me pareció una interpretación valiosa de los hechos, ya no opino tan igual. De todos modos creo que es un interesantísimo muestrario de los conceptos ideológicos que jugaban en esa época, muchos de los cuales caducaron. Otros forman parte del bagaje que tira para atrás. Lo encontrarán en este link:

Revista Línea. Editorial noviembre 1983. 

PD-Octubre de 2018: Cuando Alfonsin le ganó a Luder en 1983, los peronistas nos pusimos locos y no entendíamos nada. ¿Como el pueblo pudo equivocarse así? Una situación parecida a la victoria electoral impensada de Mauricio Macri contra los impresentables Daniel Scioli y Aníbal Fernández, maniquíes propuestos por el kirchnerismo completamente desbocado. Ricardo Alfonsín fue rescatado -mucho después- como el gran democratizador, el que pudo enterrar el poder político de los milicos, pero para nosotros era quien nos entregaba de manos y pies al satánico imperio norteamericano y venía a joder a los trabajadores, dicho en forma grosera. Eso que se escribía en la valiente revista Línea (del grupo político del gran historiador José María Rosa) intentaba explicar la debacle en aquellas elecciones. Pasó mucho tiempo y muy pocas cosas son iguales (la corrupción todavía no traicionaba ni mataba groseramente como ahora ni se hablaba de globalización ni del fin de las ideologías), pero está bueno releer el artículo y hacer paralelismos con los tiempos actuales: un gobierno relativamente liberal que desea hacer ajustes más o menos estructurales para desatar el nudo del progreso argentino en medio de gobiernos populistas irracionales. Ya dije que rompí mi carnet del Partido Justicialista durante el gobierno de Menem pero me sigo preguntando ¿los peronistas no aprendieron la lección y tropezaron de nuevo con la misma piedra? El artículo termina diciendo "si el pueblo quiere, vamos a volver... si el pueblo no quiere, es mejor que no volvamos". Horanosaurus.

"Ahora Alfonsín" 

"Ahora Alfonsín! fue el eslógan utilizado en la campaña electoral por el radicalismo para promocionar a su candidato en diversos afiches que los viejitos como yo recordarán. Su invención le valió al responsable David Ratto vivir de rentas pero luego sentirse vacío y culpable, según sus propias declaraciones (las tres cosas por el resto de su vida). También nos permitió a algunos argentinos enterarnos concretamente que las mentes pueden ser moldeadas por maquinarias de publicidad como si fueran chicles. Pero eso ocurre también con ciertos subsidios que logran adhesiones permanentes de gente poco crítica. Horrores similares. Hay que ser valiente y admitir que nos rodea gente que no piensa, tiene un voto como cualquiera y jode al resto con su carga humana de estupidez.

El medio social que me rodeaba en aquel entonces era antiperonista o "alfonsinista" y yo el único "peronio" reconocible. Recién rompí mi carnet de afiliado al PJ cuando pude admitir que López Rega -con la venia de Perón- prohijó la AAA asesina y que Carlos Menem -con la venia de peronistas acomodaticios que olvidaron la doctrina- perfeccionó el ajuste antipopular de Martínez de Hoz, también en nombre del peronismo. 

Pero entonces, me resultó bastante duro digerir al gobierno alfonsinista sabiendo que no era más que ingenuamente reformista y no le doblaría ni el meñique a los poderosos. Era tal mi bronca que cuando leía los diarios iba juntando los titulares con las boludeces que hacían los radicales en el gobierno y a modo de pueril venganza confeccioné un boletín que intentaba ser jocoso para repartir entre mis contrincantes políticos amigos, a modo de broma. Lo llamé "Ahora... las pelotas", remarcando la traición a lo que les habían prometido en la elección.




¿Qué podía llegar a hacer ese político que concluía sus discursos con el Preámbulo de la Constitución Nacional? Más allá de la aparente honestidad de Alfonsín, el problema era su propia formación ideológica y que alrededor tenía a algunos ingenuos (¿Rodolfo Terragno?) y muchos inescrupulosos, como el monje negro Coti Nosiglia, los Storani, Leopoldo Moreau (siiii, el parásito que ahora dejó cría!) y el Chacho Jaroslavsky, etc. todos creyentes de la política a espaldas de la gente. Para acercarse a ese desmadre, recomiendo fervientemente leer el libro "El Coti. El dueño de todos los secretos-Biografía no autorizada de Enrique Nosiglia" (Darío Gallo y Gonzalo Alvarez Guerrero-2005-Editorial Sudamericana). Todavía sigue dando vueltas este sinverguenza al que eligió Alfonsín como mano derecha. Somos un país increíble.

Casi me da verguenza hoy el boletín pero refleja lo que fue el gobierno de Alfonsín porque los titulares fueron reales y los elegí en virtud de la ideología republicana que sostengo. Tantos años después, suavizadas las aristas, algunos han pretendido hacer del ex presidente un baluarte de la democracia. Está bien hasta ahí porque tuvo que pelear con algunas feas. Pero no pretendan convertirlo en un estadista quienes perdieron la memoria: fue un reformista fracasado. Horanosaurus.

Boletín antialfonsinista "Ahora... las pelotas"

PD1: agrego el link a esta nota de uno de los analistas políticos argentinos más sagaces y finos- Jorge Fernández Díaz, en La Nación del viernes 19/04/13, donde hace un brillante análisis de la necesidad de un Alfonsín en la Argentina de hoy. Como bien dice, "ese reformista que no venía a cambiar nada" al que aborrecíamos, podría aportar una gran cuota de honestidad, decencia y respeto por las instituciones que los políticos contemporáneos perdieron, junto a su verguenza. 

Se necesita un Alfonsín

Cuando el más peronista de los radicales arrasó en las urnas y lo hizo hasta en los barrios más humildes, yo no podía levantarme de la cama. Desde mis cándidos veinte años y desde la izquierda nacional donde entonces me sentía contenido, Raúl Alfonsín era el "candidato de la Coca-Cola", un reformista que no venía a cambiar nada. Todos nosotros estábamos perplejos: ¿cómo podía ser que los pobres del proletariado y la marginalidad hubieran olvidado la tradición peronista y hubiesen apostado por ese abogado de Chascomús? Visto ahora con la perspectiva que dan los años, la experiencia histórica y la evolución personal, Alfonsín no sólo fundó la democracia moderna y juzgó a los comandantes de la dictadura, sino que cambió muchas cosas esenciales de la patria. Fracasó, sin embargo, en la inserción que desde el Estado pudo haber tenido dentro de las zonas más pobres, quizás porque antes intentó democratizar al sindicalismo y los burócratas le cortaron el paso. Logró, con todo, modificar al peronismo: la renovación de esos años es hija de la cultura alfonsinista. El más peronista de los radicales creó de alguna manera al más radical de los peronistas: Antonio Cafiero. Si la hiperinflación no hubiera arrasado con ambos y, por lo tanto, alumbrado la era Menem, quizás los dos partidos mayoritarios hubieran llegado a una alternancia pacífica y fecunda entre una socialdemocracia y un socialcristianismo. No pudo ser, se perdió una oportunidad histórica, y a partir de esa derrota se sucedieron todos los dramas de la nueva decadencia argentina.

Pienso mucho en Alfonsín, en su potencia y convicción, en su talento y en su carisma, durante estos días de cacerolazos y denuncias de corrupción, porque siento que el único activo que le va quedando al Gobierno es la inexistencia de una contrafigura real y desafiante. Un líder crítico capaz de recoger los frutos que todas las semanas caen del carro bamboleante del kirchnerismo. Un amigo historiador me hizo esta analogía: "Es como si la oposición le infligiera daños al Gobierno desde las baterías, pero luego careciera de un jefe valiente y efectivo que termine la faena en el campo de batalla. Al no existir ese jefe, los kirchneristas se rehacen de los peores estragos, vuelven a formar en línea y vuelven a atacar". Que esta metáfora bélica no sugiera salvajismo, sólo estamos hablando de estrategias electorales e ideológicas. Hoy en día hay que aclarar todo el tiempo cada cosa.

También aclaremos que no me he vuelto radical y que no estoy llevando agua para el molino de Ricardo Alfonsín: lamentablemente el hijo de Raúl sólo inspira ternura. Apenas estoy explicando que quienes creemos de verdad en un bipartidismo y nos negamos a convalidar con resignación que la puja política se reduzca a una perpetua interna abierta entre peronistas, buscamos un Alfonsín. Y pronuncio ese apellido simplemente como sinónimo de alguien que tenía el fuego sagrado, que practicaba esa turbia pero imprescindible pasión por el poder, y que no eludía el barro, la audacia ni el cálculo. Algunas almas bellas y verbales de la actualidad creen que estas características son repugnantes, puesto que se las atribuyen apresuradamente sólo al kirchnerismo. Creo que están equivocados: deben adjudicárselas a la política con mayúsculas y al liderazgo. Esa turbia pero imprescindible pasión por el poder puede rastrearse en Felipe González, François Mitterrand, Lula da Silva, Michelle Bachelet y tantos otros líderes carismáticos de la democracia occidental.

Las almas bellas y muchos dirigentes de la oposición no peronista suelen caer también en un equívoco: hablan y escriben para los convencidos. Los expertos aseguran que aproximadamente un 20% de la sociedad jamás votará por el kirchnerismo y que otro 20% jamás dejará de votarlo. El resto fluctúa y decide el resultado de las elecciones. Ni más ni menos. La periodista Raquel San Martín, que estudió lo que denomina "el limbo político de los no alineados", asegura que en ese amplio grupo heterogéneo "conviven el desencantado y el indiferente, el ex kirchnerista cansado de las inconsistencias del relato y el ex opositor que pide un balance más equilibrado de la gestión K. Es un sector electoralmente volátil, sin identificación partidaria ni voceros que lo representen y que, según la encuesta que se mire, puede abarcar hasta el 45% de la población".

El pecado de algunos escribas virulentos e inflexibles, y también de algunas figuras de la oposición, consiste así en cazar dentro del zoológico. Como sacerdotes que sólo pueden hablarles a sus fieles, se refugian en una tranquilizadora pero estéril diatriba que sólo reafirma más a los convencidos, pero que deja completamente afuera a esa inmensa y ambigua mayoría que espera ser cautivada.

El periodista Héctor Guyot se preguntaba, hace unas semanas y no sin cierta angustia: "¿Para quién escribimos entonces?". Para quién, si en este país encapsulado los dos bandos parecen blindados en sus certezas y el diálogo se hace imposible. La bestialización populista produce, ya sabemos, esa contracara dogmática y esa conversación de sordos. Pasaron en el Bafici un magnífico documental sobre alguien a quien admiro desde muy chico, aunque muchas veces no coincido con él: Juan José Sebreli. En El Olimpo vacío se muestra la soledad de ese intelectual lúcido que enfrentó siempre los mitos, fervores y unanimidades de la veleidosa argentinidad, desde el Mundial 78 hasta Malvinas; desde Eva, Maradona, el Che y Gardel hasta el peronismo en sus múltiples variantes. Respetando esa soledad del que va siempre contra la corriente, creo que los escribas y los dirigentes de la oposición no deberían mimetizarse con Sebreli y confundir gordura con hinchazón. La soledad en el campo del pensamiento es encomiable; en el terreno de la política real resulta catastrófica. Y sé que ese documental sirvió como analgésico para algunos espíritus dogmáticos que reafirman su derecho a no ceder un ápice en su discurso furibundo. Tienen todo el derecho a hacerlo. El problema es que aquí de lo que se trata es de persuadir (para utilizar un verbo alfonsinista) a quienes no están convencidos, a quienes pueden "construir" un líder de la oposición y a quienes en definitiva deciden todas las elecciones.

Henrique Capriles lo entendió hace un tiempo, cuando venció internamente a los ultras del antichavismo para avanzar en el fangoso pero necesario terreno de las mayorías. No hizo "chavismo sin chavismo", pero tuvo que reconocer logros de Chávez, volverse plástico y pragmático, prometer que no todo iba a ser derribado y formular una propuesta superadora. Tuvo, en definitiva, que mojarse, como dirían los españoles, para no meterles miedo a muchos chavistas desencantados, para ser creíble entre los antichavistas que pretendían una visión más realista de lo que sucedía en Venezuela, para persuadir a los que estaban en ese limbo independiente y crucial. La performance de Capriles es impresionante, casi heroica, y ya lo era hace unos meses, cuando perdiendo logró ganar. Porque una cosa es ser derrotado y otra muy distinta es fracasar. Cristina Kirchner ganó con el 54% y fragmentó a todos los demás opositores, que no lograron siquiera erigirse como interlocutores de peso. Algunos incluso se encogieron a su mínima expresión, encerrados tercamente en sus verdades privadas, imitando a Sebreli, que no desea ser imitado. Luego muchos de ellos ni siquiera realizaron una autocrítica.

Hay un test fundamental para un opositor en la Argentina de hoy y tiene que ver con el sostenimiento o la cancelación de los once millones de planes sociales instaurados durante estos últimos doce años. Se trata de un tema espinoso, puesto que cualquiera (yo mismo) sabe lo nefasto que es el clientelismo y, a la vez, cualquiera se da cuenta de que ese mínimo derecho adquirido, esa revolución de la limosna intenta atemperar lo que el modelo económico kirchnerista no fue capaz de completar, ni siquiera con su famoso crecimiento a tasas chinas.

El equivalente de esos planes se denomina "misiones" en Venezuela, y Capriles prometió no eliminarlas, sino luchar contra la corrupción que existe en su reparto y también ponerlas en línea para que conduzcan a un mayor desarrollo productivo de las personas. La primera reacción de muchos de nuestros opositores sería recortar algunos de esos planes, símbolo del populismo berreta que se lleva a cabo en la Argentina. Ocurría algo parecido con la convertibilidad en épocas de Menem. Los opositores sugerían una y otra vez salir de ella, hasta que comprobaron que quien no sostuviera el 1 a 1 no tendría chances reales de ser alternativa, puesto que la mayoría de la sociedad estaba convencida de ese camino. Se puede decir que la Argentina se hundió en 2001 por haber aceptado ese condicionamiento de la sociedad independiente (yo no estaría tan seguro de esta simplificación), pero lo cierto es que la Alianza no hubiera podido derrotar al peronismo y llegar a la Casa Rosada sin esa garantía expresa.

La política verdadera, no la que se manifiesta en las redes sociales ni en los estudios de televisión, ni siquiera la que se lee en los libros, exige un realismo que no olvide los valores, pero sí que los ponga en contexto. Alfonsín sabía de que se trata este juego democrático: le pido perdón por no haberlo comprendido en su momento. Hoy tengo la intuición de que sin un líder de su envergadura que se adentre en esos territorios generales e inciertos, sin alguien que conduzca despojado de complejos y enamore con su persuasión, nuestro país seguirá lleno de espejismos y frustaciones en este callejón sin salida. 

PD2: meses después cae en mis manos el párrafo que pronunciara Alfonsín en el Congreso de la Nación y que, para bien o para mal, quedó en la posteridad. Los burros que vinieron después agrandan su figura. Aquí lo reproduzco. Merece que lo recapacitemos. En una de esas nos sirve para planificar un país en serio.

"Vamos a vivir en libertad. De eso, no quepa duda. Como tampoco debe caber duda de que esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar justicia -toda la justicia, la de las leyes comunes y la de las leyes sociales- para sostener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los derechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. En suma, para vivir mejor, porque como dijimos muchas veces desde la tribuna política, los argentinos hemos aprendido , a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura". 

martes, 18 de enero de 2011

Frases archivadas III




* "La belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte". Leonardo Da Vinci.
* “Ars longa, vita brevis” (el arte es largo, la vida breve) Hipócrates.
* “Tenemos el arte para no morir de la verdad”. Friedrich Nietzche.
* “Para entender adonde vamos no hace falta fijarse en la política sino en el arte”. Ryszard Kapuscinski.
* "Antes, estaba indeciso, pero ahora ya no estoy tan seguro." Umberto Eco.

Sigmund Freud:

* "La gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual yo todavía no he podido responder, a pesar de mis 30 años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer?"
* "Nunca estamos tan mal protegidos contra el sufrimiento como cuando amamos".
* "El diablo no es más que la encarnación de las pulsiones anales eróticas reprimidas".

Antonin Artaud:

* "Yo, Antonin Artaud, soy mi hijo, mi madre, mi padre y yo".
* "Nadie jamás ha escrito o pintado, esculpido, modelado, construido o inventado, sino para salir realmente del infierno."
* "El bien es querido, es el resultado de un acto. El mal es permanente."



Andy Warhol:

* "Comprar es mucho más norteamericano que pensar".
* "Son las películas las que han manejado las cosas en EE.UU. desde que se inventaron. Te muestran que hacer, como hacerlo, cuando hacerlo, como sentirte en relación con eso, y como parecer que te sientes en relación con eso."
* "Un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita tener pero que, por alguna razón, él cree que sería una buena idea darles."

George Bernard Shaw:

* "Patriotismo es tu convencimiento de que este país es superior a todos los demás porque tú naciste en él."
* "La juventud es una enfermedad que se cura con los años."
* "La estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno."
* "No hay amor más sincero que el amor a la comida."

martes, 4 de enero de 2011

Che Guevara: controversia entre un gorila y un peronio


Rescato del olvido las opiniones de dos conocidos escritores sobre el Che Guevara en las páginas del diario La Nación, allá por el 2005. Me parece que nunca hay que dar nada por cierto ni pensado, así siempre se pueden profundizar y aprender cosas. En la foto de arriba, el mismísimo Guevara leyendo el diario de los Mitre, en Punta del Este, supongo que en el año 1961 (ejem=onomatopeya carraspeo). No quiero opinar aquí ni hace falta. Los invito a leerlas. Horanosaurus. 

Los fracasos del Che GuevaraLa Nación Opinión Sábado 30 de julio de 2005.

Por Marcelo Gioffré para LA NACION. El autor es escritor, periodista y abogado. Su último libro es la novela “Mancha venenosa”.

Un legislador de la ciudad de Buenos Aires ha propuesto la denominación de "Che Guevara" para la avenida Cantilo, lo que lleva a meditar sobre los eventuales méritos del personaje postulado.

Hijo de una familia aristocrática argentina, Guevara renegó de su origen y de su tierra. Recibió el título de médico y también declinó el ejercicio de la profesión. De estudiante, intentó fabricar gamexane con talco, marca Vendaval, pero le fue mal en la empresa. En 1952, abandonó en un leprosario de Venezuela a su amigo Alberto Granado, con la promesa de que volvería, cosa que nunca hizo. En Guatemala, en el 54, intentó en vano la defensa de Jacobo Arbenz frente a un golpe de Estado. Como intendente provisional de Sancti Spiritus, prohibió la bebida y el juego, regla que debió revocar al día siguiente. Fracasó en su matrimonio con Hilda Gadea. Por vanidoso, cometió el error de publicar su libro “Guerra de guerrillas”, que fue muy útil para el Pentágono, al poner en evidencia los secretos de la subversión armada. Fracasó al subestimar el bloqueo. No tuvo ningún éxito en su misión diplomática en la Conferencia de Punta del Este de 1961, donde debía llegar a un acuerdo con los norteamericanos. Fracasó en su plan de industrialización acelerada y con ello provocó una debacle de la zafra azucarera. Perdió con los economistas rusos la controversia sobre los estímulos (que él pretendía morales -el "hombre nuevo"- y los técnicos soviéticos, materiales). Fracasó en su valoración de China y no pudo convencer a Mao Tse-tung, en 1965, de hacer otra guerra de guerrillas en América latina.

Contribuyó en Cuba a crear un monstruo y debió renunciar e irse. Fracasó como hijo (al menos en la famosa dicotomía moral que Jean-Paul Sartre plantea en "El existencialismo es un humanismo"), ya que cuando la madre murió de cáncer no pudo estar a su lado, y en una carta final, que llegaría tarde, escribió: "Los he querido mucho; sólo que no he sabido expresar mi cariño". Cometió el error de confiar a Fidel Castro una carta para ser leída después de su muerte y Castro la leyó prematuramente, traicionándolo. Fue a luchar al Congo y, más allá del pintoresquismo de saborear sopa de mariposas, debió abandonar la misión. Le armaron una guerrilla inverosímil en Bolivia y también fracasó. No fue hábil para captar al comunista Monje ni a los campesinos para esa lucha guerrillera. Fue padre de cinco hijos y, objetivamente, los dejó librados a su suerte para emprender un viaje disparatado hacia utopías mal calculadas. El conjunto de su vida podría verse como una impecable estética del fracaso, que concluyó, póstumamente, con toda una generación diezmada en su nombre.

¿Cuál es su mérito real, dejando de lado el hecho de ser un fetiche de la rebeldía setentista, estampado en infinitas remeras fabricadas según cánones capitalistas?

Es verdad que accedió a la difícil categoría de mito, pero a ello contribuyeron circunstancias aleatorias que nada tienen que ver con sus virtudes. El triunfo militar en Cuba se debió mucho más a la prudencia de Castro que al heroísmo irresponsable del Che. La muerte y la desaparición del cuerpo ayudaron a forjar la leyenda. La necesidad del régimen cubano de tener próceres, también. Su condición de fundamentalista de la pureza, que comparte con Hitler, también. Pero ninguno de estos aspectos son méritos genuinos. Su antiperonismo tampoco puede ser visto como la vedette de su pensamiento, sino más bien como la típica crítica del intelectual de izquierda a un partido reformista.

Es más: hace dos años, almorzando en un bar de la calle Salguero con Humberto Vázquez Viaña, un boliviano que integró los cuadros de apoyo guerrillero a quien Guevara menciona en su diario, fui objeto de una confesión estremecedora. Este hombre conjeturaba que el verdadero motivo por el cual Guevara había luchado no era ideológico ni idealista, sino terapéutico. Como se sabe, Guevara sufría de asma y nunca experimentó un ataque en medio de una batalla -quizá por la generación de adrenalina adicional-, razón por la cual el propósito oculto de sus campañas, de su irrefrenable deseo de seguir luchando y apartarse de las tareas de escritorio, no habría sido otro que evitar esos espasmos bronquiales. Un motivo francamente espurio, cuya eventual confirmación dejaría mudos a tantos manifestantes que enarbolan su foto con la boina calada.

Pero hay un segundo tema: ¿cuál es el límite a los cambios en las ciudades? En Nueva York se está dando un debate sobre la ampliación del Whitney Museum of American Art, que está emplazado en Madison Avenue y la calle 75. De acuerdo con el proyecto original del arquitecto italiano Renzo Piano, la ampliación requería la demolición de dos fachadas antiguas y arquetípicas, de piedra marrón, con sus escaleras de hierro colado por fuera, lo que en principio está prohibido por la legislación local.

Pero dicha imposibilidad podía ceder frente a una decisión expresa de la Landmarks Preservation Commission, cuya tarea consiste, justamente, en establecer cuáles son las excepciones admisibles a la norma. Planteada la cuestión a la comisión, ésta optó por un proyecto alternativo, mucho más modesto, según el cual se tirará abajo sólo una de las fachadas, lo que obligará a achicar la puerta de acceso del nuevo museo y seguir el ámbito previsto por detrás de la fachada que se mantendrá intacta, en su parte exterior, sobre Madison Avenue.

Renzo Piano mantuvo el optimismo, quizá por razones más crematísticas que arquitectónicas, y sostuvo que la pequeña entrada ayudará a crear un elemento oblicuo de sorpresa, al acceder a un gran lobby inundado de luz, como en los jardines edénicos. El New York Times, en cambio, criticó la decisión en un artículo titulado "La comisión preserva el pasado al costo del futuro", indicando que esa comisión tiene por cometido estudiar cuándo las reglas deben ser rotas y establecer, así, un correcto balance entre la preservación histórica y el florecimiento de los nuevos emprendimientos arquitectónicos y que, en cambio, ha adoptado una actitud timorata que lleva a una suerte de "fachada Potemkin", que paradójica y simbólicamente parece definir las funciones que cumple en la práctica el organismo: limitarse a la defensa de lo superficial.

La cuestión es que ni Nueva York ni Buenos Aires viven ya, como sí quizá pasaba en los años 60 y 70, con la amenaza arrasadora del modernismo. Llaman la atención, por eso mismo, ciertas voces reaccionarias que se aferran al mero nombre de una calle, como si eso fuera el alma de la ciudad y su eventual cambio pudiera herirla de muerte.

Hace unos días, en una carta de lectores, un señor se lamentaba de que el consultorio de su padre hubiera estado en una avenida que hoy tiene otro nombre. La vieja puja de tradicionalistas y modernistas es ya obsoleta. Es la suma de diferentes épocas históricas, cada una aportando sus propios valores y visiones del mundo, la que otorga riqueza y sentido a las cosas: sólo en esa dinámica creativa y dialéctica se van articulando y reinventando las ciudades, lo que torna inaceptable la intransigencia dogmática frente al cambio.

Pero entre ese ensamble tenso y rico y la idea de homenajear a soñadores trasnochados, por más romántica que sea la estela que hayan dejado, media una distancia que no puede ser salvada sin temeridad.




¿Fracasó el Che Guevara?La Nación Opinión Jueves 18 de agosto de 2005. Por Pacho O´Donnell para LA NACION.

Ernesto Guevara Lynch, el Che, es, según una encuesta internacional realizada hace pocos meses, la personalidad más admirada en todo el mundo. No llama eso la atención si se está atento a los noticieros internacionales y, entonces, asiduamente se descubre su rostro sobrevolando en pancartas y banderolas, en los cinco continentes, manifestaciones por mejores condiciones laborales, o en contra de la globalización o la guerra de Irak, o en multitudinarias reivindicaciones por los derechos humanos.

El Che no es pasado sino presente por lo que simboliza, estemos o no de acuerdo con sus principios y sus métodos: el idealismo, el coraje, la coherencia entre lo que se piensa, dice y hace. Valores en crisis en una sociedad hegemónica que privilegia el individualismo, la inescrupulosidad, el materialismo.

El artículo del señor Gioffré publicado en esta sección está en línea con los muchos que se han escrito tratando de convencer de que el Che fue un fracasado en vida. De acuerdo con ese criterio, Van Gogh también lo fue, porque logró vender un solo cuadro y murió en un siniestro manicomio. También Espartaco, por haber sido derrotado por las legiones romanas y crucificado en la via Appia. Hasta San Martín sería un fracasado, porque debió ceder a Bolívar la conclusión de la gesta libertadora y porque nunca logró regresar a su patria. Lo que ese criterio elude es la poderosa significación simbólica que esas personalidades proyectan más allá de la muerte y de las contingencias circunstanciales.

Repasemos algunos de los “fracasos” de Guevara, según Gioffré: le enrostra que habría renegado de su tierra; los cubanos, mexicanos y bolivianos que entrevisté para mi biografía coinciden en su apego a la identidad argentina: bebedor obsesivo de mate, canturreador desafinado de tangos mientras leía o meditaba; en las tribunas adoptaba el “caribeño”, pero en la intimidad recuperaba su habla de porteño; además, murió argentino al renunciar a la nacionalidad cubana cuando abandonó La Habana; por otra parte, su apodo no deja dudas de ello. ¿Que declinó el ejercicio de su profesión de médico? Se embarcó en el Granma como tal y luego eligió ser un combatiente; ¿fracasaron también como médicos Baldomero Fernández Moreno y Arturo Illia por encaminar sus vidas en pos de otra vocación? Gioffré reprocha al Che haber abandonado a su amigo Granado en Caracas, lo que es tan poco cierto como que, apenas triunfante la revolución contra el dictador Batista, lo mandó llamar a La Habana y le confió tareas de importancia en el área médica. Gioffré pierde una excelente oportunidad de ensayar una crítica certera contra el Che cuando aduce que su manual guerrillero fue otro fracaso y para lo único que sirvió fue para dar datos a la CIA; se equivoca el autor, pues dicho texto –personalmente lo lamento– fue exitoso en convencer a muchos jóvenes argentinos y de otros países que se inmolaron, comprometidos con la vía de la lucha armada para terminar con las injusticias del capitalismo.

Sigamos: el Che no subestimó el bloqueo norteamericano a Cuba, sino que lo consideró inevitable en una guerra declarada, en la que tuvo posiciones tan radicalizadas como enfurecerse hasta el insulto con Kruschev por haber retirado los misiles en lugar de declarar la guerra atómica, que, en primerísima instancia, hubiera arrasado con la isla caribeña y todos sus habitantes, Guevara incluido. En cuanto a la Conferencia de Punta del Este, la misión cumplida por el Che fue difundir ante la opinión pública mundial su convicción de que la Alianza para el Progreso no se proponía el desarrollo de los países de la región, sino algo parecido a un soborno a sus dirigencias para impedir que se reprodujera el fenómeno cubano. En cuanto al supuesto fracaso como funcionario económico, lo que allí sucedió fue que Guevara se enfrascó en desigual pelea con las teorías económicas –que él anticipó llevarían a la hecatombe a todo el bloque comunista– con quienes respondían ciegamente a las consignas de Moscú y que habían ocupado los puestos gubernamentales de mayor poder a favor de la ayuda soviética. En cuanto a que fracasó como hijo por no estar junto al lecho de muerte de su madre, difícil le hubiera sido, pues se encontraba a muchos kilómetros de distancia, en el Congo, combatiendo contra el feroz dictador Mobutu; pero el dolor por la muerte de la persona más importante en su vida lo motivó a escribir un texto de elevada literatura, conmovedor, que tituló La piedra, hallable en Internet. Lo de su “inhabilidad” para captar al PC boliviano debe achacarse a la obediencia de su dirigente Mario Monje a la estrategia mundial de Moscú, que entonces privilegiaba la coexistencia pacífica con Occidente y repudiaba las acciones guerrilleras; valga señalar que en sus últimos años la relación del Che con la Unión Soviética era pésima y que la KGB colaboró con la CIA en darle caza. En cuanto a la insensata opinión de que el Che combatía porque la descarga adrenalínica aliviaba su asma, insólito es reproducirla dándole seriedad: es tan absurda como pensar que sería terapéutico para quienes sufren dicho mal enrolarse en las filas de Al-Qaeda.

Es dolorosamente cierto que Ernesto “Che” Guevara fue capaz de morir por sus ideales pero también de matar por ellos, tanto en las campañas guerrilleras como en los fusilamientos de La Cabaña. Es ésa una mancha que ennegrece su historia. Sin embargo, ello parece no hacerle mella como representante de la utopía en un mundo que parece haber abjurado de ella.

La escritora colombiana Laura Restrepo escribió: “En esta sociedad de consumo, nada hay más cursi que el heroísmo, dar la vida por algo, la épica, el culto a los muertos o el hecho de morir por amor”. Ernesto “Che” Guevara es vivido planetariamente como la contrafigura de ello. Se lo idealiza por haber sido leal a sus convicciones hasta el límite, por su compromiso con los desheredados de la tierra, por su insobornable honestidad de funcionario.

La inmensa mayoría de quienes lo admiran no son marxistas –yo no lo soy– pues el Che ha trascendido los límites de lo político. Muchos son jóvenes que sienten que al mundo le falta gente como él y le sobran dirigentes como los que hoy nos lesionan moral y económicamente. Atención: nunca se porta una camiseta o un tatuaje del Che ingenuamente, como si fuera la de Ricky Martin o Mick Jagger; siempre hay un mensaje, consciente o inconsciente, de rebeldía y desafío.

No será por medio de achacarle fracasos o de demonizar su memoria (los artículos de Alvaro Vargas Llosa parecen ir en esta dirección) como se logrará oscurecer el mito Che Guevara. El mejor y único sistema para ello es lograr que los valores que –nos guste o no nos guste– él encarna no sean moneda rara en nuestra sociedad de hoy y que las nuevas generaciones no tengan que reclamarlos recordando al Che en sus vestimentas y tatuajes, en las banderas del fútbol, en los cartelones piqueteros.


Estoy de acuerdo con que una calle de nuestra capital lleve su nombre, porque su memoria, aunque despierte pasiones a favor y en contra, lo merece. Pero no debe ser la que honra a José Luis Cantilo, quien fue un buen intendente capitalino.

Bien, ahora si quiero opinar. Y una sola cosa. ¿Porqué el imperialismo históricamente apañó y permitió a dictadores y falsos demócratas saquear recursos, violar constituciones y matar inocentes a mansalva en todo el mundo y un insurgente, sedicioso, subversivo, idealista o como quieran llamarlo no puede alzar la voz ni violentar su siesta maléfica? No solamente son usurpadores y cipayos: son tan cínicos que merecen el final que tuvo Tachito Somoza. Horanosaurus.

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13/06/10 – Fidel Castro dijo



domingo, 2 de enero de 2011

Cipayos: los responsables de la miseria en la Argentina

Alvaro Alsogaray, Adalbert Krieger Vasena, José Alfredo Martínez de Hoz, Guillermo Walter Klein, Lorenzo Sigaut, José María Dagnino Pastore, Jorge Whebe, Conrado Bauer, Carlos Guillermo Suárez Mason, Nicanor Costa Méndez, Julio Gómez, Egidio Ianella, Domingo Felipe Cavallo, Julio González del Solar, Horacio Arce, Jorge Bustamante, Adolfo Sturzeneger, Miguel Iribarne, Víctor Pogi, Jorge Berardi, Manuel Solanet, Raúl Fernández, Raúl Ducler, Ismael Alchourron, Carlos Rodríguez, Manuel Solanet, Roque Fernández, Daniel Artana, Roberto Teodoro Alemann, Juan Alemann, Pedro Pou, Juan Carlos De Pablo, Miguel Angel Broda, Carlos Melconián, Ricardo López Murphy, José Luis Machinea, Jorge Avila, Aldo Abram, Ricardo Arriazu, Mario Brodersohn, José Luis Espert, Orlando Ferreres, Miguel Kiguel, Ricardo Delgado, Daniel Marx, Roberto Eilbaum.

No por antiguos nos olvidemos de los precursores que facilitaron la histórica primer estafa con el empréstito de la Baring Brothers para Buenos Aires: los despreciables Bernardino Rivadavia y sus cómplices Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente, William y John Parish Robertson, Juan Pedro Aguirre, Manuel Arroyo y Pinedo, José María Roxas, Francisco del Sar y Romualdo José Segurola, Ignacio Núñez, Julián Segundo de Aguero, Manuel José García, Juan Cruz Varela y Valentín Alsina. Muchos no sólamente reunidos por su condición de unitarios y corruptos: algunos también fueron verdaderos asesinos, asesinos de matar o mandar a matar gente. Cuantos nombres de calles, ¿no? (*).













Y algunas de las empresas o ex-empresas, solo algunas, a las que -como dice un viejo slogan de TV- “les importa el país”... pero para saquearlo:

Acindar S.A. - Parques Interama S.A. - Induclor S.A. - Aluar S.A. - Papel Prensa S.A. – Cementos NOA - Covimet S.A. - Autopistas Urbanas - Cìa. Gral. de Combustibles S.A. - Petrolar S.A. - Petropa S.A. - Cospesa S.A. - P.T.W. Trading S.A. - Pluspetrol S.A. - Tecniagua S.A. - Banco de Crédito Argentino - Banco Italia y Río de la Plata - Banco Francés y Río de la Plata - Shell - Esso – Bridas – City Bank – Fiat Argentina – Renault Argentina – Cía. de Perforaciones Río Colorado S.A. – Papel de Tucumán – Textil Castelar - Suchard S.A. – Selva Oil – Cogasco S.A. – Pérez Companc y siguen los nombres, los directorios, las firmas… los mismos que siguen exigiendo libertad de comercio y seguridad jurídica, los mismos que chantajean a la sociedad con el empleo, los mismos que quisieran volver a la época de la esclavitud...

En un interesante trabajo de Alejandro Olmos Gaona, recientemente distribuído por Proyecto Sur con motivo del seminario sobre deuda externa del 18/12/10 en el CBC de la UBA en Martínez, Pcia. Buenos Aires, llamado "ASPECTOS HISTORICOS DE LA DEUDA EXTERNA ARGENTINA", hace un racconto empezando en el siglo XIX justamente con el primer cipayo eminente del país, Bernardino Rivadavia y su negociado con la Baring Brothers, continuando hasta nuestros días repasando cifras y personeros.

Sostiene la hipotésis que los empréstitos son la llave maestra para el control económico del país desde la metrópolis y que nunca sirvieron para incentivar el desarrollo nacional pero si para estafar al pueblo argentino y engrosar los bolsillos de políticos y empresarios corruptos y hacer las delicias de la banca internacional, partícipe necesaria de la macabra fiesta. Sugiere profundizar el análisis económico del proceso de endeudamiento pero también identificar con precisión a los autores estableciendo su nivel de participación para que sean sometidos al enjuiciamiento que le corresponda, como quienes violaron los derechos humanos.

El autor es el hijo del promotor de la causa Nro. 14.467 ("Olmos, Alejandro s/denuncia por defraudación a la Administración Pública") que tramitó ante el Juzgado en lo Criminal y Correccional Federal Nro. 2 a cargo del Dr. Jorge Ballestero, al que mencionara la entrada "Cipayos: los economistas del establishment", que humildemente recomiendo leer por su gran relación con éste. Con estas notas y subnotas reflejaba Clarín la sentencia del juez Ballestero:


Clarín – Suplemento Zona – Domingo 13/08/2000. Por Ismael Bermúdez. Política económica
El expediente de la deuda externa
La causa de la deuda que cerró la justicia no tiene condenados. Pero la sentencia, en manos del Congreso para que determine responsabilidades políticas, es durísima: señala arbitrariedades del Estado y de los organismos internacionales de crédito.


No hay imputados ni procesados. Y la causa, iniciada en abril de 1982 por una denuncia del abogado Alejandro Olmos, fue cerrada días pasados con el sobreseimiento definitivo. No obstante, el juez federal Jorge Ballestero resolvió remitir la resolución judicial a las Cámaras del Congreso “para su consulta” a “los efectos que estimen conducentes.”

La causa que ha quedado cerrada es nada menos que la referida a la deuda externa contraída a partir de 1976, en los años de la dictadura militar durante la gestión de José Martínez de Hoz, continuada por Lorenzo Sigaut, José M. Dagnino Pastore y Jorge Whebe. En ese período el endeudamiento argentino no solo se multiplicó por cuatro –pasó de 8.948 millones en marzo de 1976 a 38.736 millones en diciembre de 1982-. También la deuda privada contraída por bancos y compañías de primer nivel, que rondaba entonces unos 15.000 millones, fue transferida al Estado en dos oportunidades, en 1981/82 y en 1985, con lo que se fueron borrando los orígenes del endeudamiento argentino.

Luego, el Estado siguió endeudándose por el peso de los intereses y por la nueva deuda. Y así superendeudado y sin reservas, el Estado pasó a vender o privatizar las empresas públicas para cancelar una deuda no propia, sino originada por los grupos privados, que el Estado hizo suya. Y aunque se “rescataron” así unos 30.000 millones en certificados de deuda y bonos públicos, la deuda no disminuyó sino que pegó un nuevo salto. Esta vez la deuda trepó de 60.000 millones en 1990 a los 150.000 millones actuales. Esta deuda, que hoy los argentinos están pagando con nuevos impuestos y ajustes, origina una carga de intereses del orden de los 10.000 millones por año.

Del expediente, de las declaraciones de ex funcionarios y peritos, y de las propias conclusiones del juez surge, entre otras cosas, que el proceso de endeudamiento estuvo signado por una “manifiesta arbitrariedad”, que los funcionarios y directivos no tuvieron reparos “en incumplir la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina”, que “no se registraron muchas deudas contraídas”, que “se facilitó y promulgó la modificación de instrumentos legales a fin de prorrogar a favor de jueces extranjeros la jurisdicción de los tribunales nacionales”, que se obligó a las empresas públicas a endeudarse para “sostener una política económica” y no hubo control de las deudas pagadas con avalas del Estado.

Además, para el juez, todo esto “no podía pasar desapercibido por las autoridades del Fondo Monetario Internacional que supervisaban las negociaciones económicas”. Y agrega que los organismos internacionales promovieron el endeudamiento argentino debido a que los bancos internacionales contaban con cuantiosos fondos que debían colocar.

Para el juez, “el archivo de la presente causa no debe resultar impedimento para que los miembros del Honorable Congreso de la Nación evalúen las consecuencias a las que se han arribado para determinar la eventual responsabilidad política que pudiera corresponder a cada uno de los actores en los sucesos que provocaran el fenomenal endeudamiento externo argentino.”

En el Congreso, con las firmas entre otros de los legisladores Alfredo Allende, Alfredo Bravo, Margarita Stolbizer, Héctor Polino y Jorge Rivas, se presentó un proyecto de resolución para promover una comisión bicameral especial “para considerar, analizar e investigar las situaciones que dieron origen al aumento extraordinario de la deuda externa argentina a partir de 1976, las implicancias que esos hechos tienen sobre la legitimidad de ella y recomendar, eventualmente, la necesidad de reprogramar el pago del capital adeudado y de sus intereses, sin desmedro de reconocer las obligaciones contraídas por la Nación”.

Ya en diciembre de 1983, ante las manifiestas irregularidades en el proceso de endeudamiento, el juez federal Marín Anzoátegui había aconsejado la intervención del Congreso. El oficio judicial, comenta Alfredo Olmos en su libro “Todo lo que usted quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron”, “fue a parar al estante polvoriento de los expedientes terminados o inútiles. En 1994, a iniciativa de Alfredo Bravo, ingresó un proyecto de ley para formar una comisión bicameral de seguimiento de la deuda externa que ni siquiera fue considerado por el Parlamento.

Así las cosas, ya se cumplió un cuarto de siglo de la explosión del endeudamiento argentino iniciado con la hiperdevaluación de junio de 1975, conocida como el Rodrigazo. Muchos de los funcionarios, economistas y personajes que transitaron por el expediente judicial ocuparon y aún ocupan altas posiciones en el Estado y en la política argentina. El voluminoso expediente no es un juicio a un pasado de la historia argentina sino a un riguroso presente. Y ayudan a explicar cada pieza de esta larga cadena que parece no tener fin.

Cómo fue

De las declaraciones de los funcionarios y economistas indagados por la Justicia, de los informes de los peritos y de las pruebas documentales surge que el proceso de endeudamiento tuvo varias vertientes. El primero fue que “las empresas públicas eran obligadas a endeudarse para obtener divisas que quedaban en el Banco Central para luego ser volcadas al mercado de cambios con el objeto de sostener una política económica.” Según la Justicia, eso “se advirtió en no menos de 447 oportunidades, número mínimo de hechos que surge de sumar 423 préstamos externos concertados por YPF, 34 operaciones concertadas en forma irregular al inicio de la gestión y 20 operaciones avaladas por el Tesoro Nacional que no fueron satisfechas a su vencimiento.”

De este modo, las empresas públicas, en particular YPF, se endeudaron no para financiar su giro comercial, su capital de trabajo o sus inversiones sino para que el Estado pudiese contar con dólares que aseguraran el mantenimiento de la tablita cambiaria. Por medio de esta tablita, el gobierno militar fijaba con antelación un valor del dólar bajo (sobrevalorización cambiaria), lo que aseguraba dos cosas: que los productos importados entraran al país a precios bajos y que los acreedores o los financistas extranjeros pudieran retirar los fondos que ingresaban al país sin riesgo cambiario.

Este sobreendeudamiento público se hizo a través de procedimientos irregulares, en algunos casos con actas secretas y sin tener en cuenta los compromisos a los que quedaban atadas las empresas públicas y sin estudios técnicos previos.

Un segundo mecanismo era el respaldo del Estado (avales) a los préstamos que obtenían las empresas privadas, lo que les permitía obtener en el exterior créditos a tasas de interés más bajas, justamente porque el Estado era el garante. Según los peritos que analizaron la documentación, en numerosos casos, a su vencimiento, las empresas privadas no pagaron los créditos obtenidos que debieron ser así abonados por el Estado, sin que después los funcionarios reclamaran a esas empresas el pago de los fondos. Así, “con fondos del Tesoro Nacional se cancelaron obligaciones de varias empresas privadas en distintas monedas” pero, ni el Banco de la Nación Argentina ni el Banco Nacional de Desarrollo, como entidades financieras que tomaron a su cargo los aspectos operativos iniciaron actuaciones para el recupero de las sumas pagadas por el Estado”. Y mencionan la existencia de avales en el período 1976/82 “por un monto no menor a 1.405 millones de dólares y otros avales otorgados en otras 7 monedas”, con el agregado que “a la fecha de informe no se habían iniciado actuaciones judiciales ni extrajudiciales para el recupero de las sumas a través de la Dirección de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía”.

La deuda privada

El tercer mecanismo fue la “estatización de la deuda privada”, que se instrumentó a través de los seguros de cambio. Por medio de esos seguros, el Estado pagó la diferencia entre el valor del dólar en ese momento (1981) y el que se rigiese en el momento en que el deudor privado pagara la deuda, con lo que terminó asumiendo el 90 por ciento de la deuda privada que rondaba los 15 mil millones. De acuerdo a lo dictámenes, distintas circulares del Banco Central “permitieron e hicieron efectiva la transferencia al Estado de la deuda privada con seguro de cambio y operaciones de pase”. Esto ocurrió “durante la gestión de Lorenzo Sigaut, Roberto Alemann, José María Dagnino Pastore y Jorge Whebe como ministros de Economía y de Julio Gómez, Egidio Ianella, Domingo Felipe Cavallo y Julio González del Solar como presidentes del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y Horacio Arce, Jorge Bustamante, Adolfo Sturzeneger, Miguel Iribarne y Víctor Pogi, como secretarios de Coordinación y Programación Económica y subsecretarios de Economía, y Jorge Berardi, Manuel Solanet, Raúl Fernández, Raúl Ducler e Ismael Alchourrón, como subsecretarios y secretarios de Hacienda”.

Este mecanismo se completó en 1985 con la extensión del seguro de cambio a las obligaciones privadas que no lo tenían, lo que representó la absorción por parte del Estado de la mitad de la deuda privada.

Olmos incluyó en su libro un facsímil de Clarín del 2 de julio de 1985 donde bajo el título “El Estado asumió el total de la deuda externa privada” se señala que “con la disposición del Gobierno de atender con títulos oficiales o del Banco Central todos los compromisos financieros públicos y privados que venzan antes del 31 de diciembre, quedó virtualmente estatizada la deuda privada y, con ello, se le puso punto final al proceso de depuración entre las obligaciones legítimas y no legítimas que nunca fue llevado a cabo, cumpliéndose con uno de los requisitos planteados por la banca acreedora y el FMI a los negociadores argentinos”.


Los peritos también plantean por qué el endeudamiento no fue advertido por el Banco Mundial y el FMI “que hoy tan minuciosamente analizan la evolución de las cuentas macroeconómicas de la Argentina”. Y concluyen que “resulta llamativo e incomprensible la permisividad mostrada por los organismos financieros internacionales para que la Nación Argentina llegue a la situación de incapacidad para amortizar su deuda externa y pagar los intereses correspondientes”.



Cuando la Justicia desata una polémica
ROBERTO ALEMANN Economista. Ministro de Economía en 1982.
“El juez debió rechazar esta causa, no judiciable. Pero perdió tiempo, invirtió esfuerzos y gastos públicos para cerrarla con el agravante de transferírsela al Congreso, que nada tiene que ver con causas judiciales y menos con asuntos de pura notoriedad mediática como la causa de marras. El origen de la deuda externa es el déficit del sector público. La alternativa fue la emisión del Banco Central, como se la practicó hasta el extremo de la hiperinflación.”

MARIO CAFIERO Diputado Nacional PJ. Presidente Comisión Jubileo 2000.“La deuda externa es el condicionamiento político y económico más grave que enfrenta la democracia argentina. Una parte importante de esa deuda es políticamente ilegítima y fraudulenta. Mientras estábamos prisioneros de una dictadura, el país se endeudaba y se vaciaba para beneficio de muy pocos. El Congreso debe determinar las responsabilidades políticas de esta pesada herencia, para debatir y diseñar una nueva política para la deuda.”

ALFREDO ALLENDE Diputado Nacional UCR-Alianza.“Existen dos tremendismos en torno de la deuda: el que sostiene que no se puede hacer nada ni se debe hacer otra cosa que honrarla fielmente, y el que proclama que no hay que pagarla. Solo caben soluciones razonables sobre la base del pago puntual: hay que discutir el grave tema, establecer responsabilidades y meditar sobre el futuro. Creo que la vía es la comisión bicameral de investigación de la deuda que solicito junto a otros legisladores”.

CLAUDIO LOZANO Economista de la Central de Trabajadores Argentinos-CTA.“La causa de la deuda obliga a dos reflexiones. Una: en tanto el juez dice que es una cuestión política no judiciable, se ratifica la tendencia a la impunidad. Así, en nuestro país podemos conocer la verdad pero no podemos hacer justicia. Dos: exhibe la complejidad que define el endeudamiento; no implica sólo el pago de intereses, se articula con la concentración económica, la desindustrialización y la injusticia en el reparto de los ingresos”.

Pesas en el presupuesto (por Guido Braslavsky)
Cada día nacen en la Argentina unos 1.200 niños y es poco probable que alguien pueda convencerlos de las ventajas de haber llegado a este mundo con una deuda de 5.700 dòlares. Ese monto -el cálculo per cápita de la deuda externa- no se paga en forma directa en ninguna ventanilla pero cuelga como collar de plomo de un presupuesto nacional que destina su porción más importante al pago de los intereses o servicios de esta deuda en desmedro de la salud, la vivienda, la educación, o cualquier otra área ligada al desarrollo y al bienestar de la población.

El padrino de tamaña herencia, que se extiende a futuras generaciones de argentinos, es el ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, acompañado de los funcionarios civiles y militares de la dictadura que gobernó el país entre 1976 y 1983, quienes con “manifiesta arbitrariedad”, según el fallo del juez Ballestero, instrumentaron “una política económica vulgar y agraviante que puso de rodillas al país”.

La causa que permitió esta resolución se inició en abril de 1982 a través de una denuncia del periodista y abogado Alejandro Olmos contra Martínez de Hoz. En 18 años de complicado trámite la causa llegó a englobar una docena de denuncias -como las realizadas por el endeudamiento externo de YPF- y pasó sucesivamente por cinco jueces federales: Martín de Anzoátegui, Miguel del Castillo, Gustavo Weschler, María Servini de Cubría (en forma interina) y finalmente, Ballestero. Fueron citados a declarar 50 ex funcionarios de primer nivel y a los 28 cuerpos de la causa se sumaron las conclusiones de 30 peritos expertos provenientes de instituciones como el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la UBA y la Academia Nacional de Ciencias Económicas. El juez Ballestero firmó la sentencia el 19 de julio. Pasó tanto tiempo que el único procesado, Martínez de Hoz, fue sobreseído por prescripción. Olmos, quien siguió con paciencia la causa por casi dos décadas, falleció el 24 de abril, a los 76 años, sin llegar a ver los resultados de su actuación.












Las declaraciones de Pino Solanas al diario Crítica Digital de fin de enero 2010: otra vez, clarísimo.

-Proyecto Sur se corrió del debate sobre si había que usar las reservas del Banco Central o no para el pago de la deuda externa y en su lugar planteó que había que investigar su origen. Desde el oficialismo y desde un sector de la oposición plantearon que esa es una discusión saldada. ¿Por qué usted cree que no? –Quienes sostienen que es un tema saldado están hablando por boca de los bancos o son cómplices de esa gigantesca estafa. El debate sobre la ilegitimidad de la deuda no está saldado. Tan poco saldado está que quieren que sigamos pagando deuda. Una parte de la deuda está siendo investigada en tres causas de la Justicia Federal Penal, en el Juzgado Federal Nº 2 de la Capital Federal, a cargo del magistrado Martínez Giorgi. Por eso es inadmisible que a través del Decreto 2.010, que lleva el hipócrita nombre de “Fondo del Bicentenario”, se quiera pagar deuda a los fondos buitres o holdouts. La deuda existe y está viva porque es un delito de acción continuada. En estos 26 años, hemos pagado algunas decenas de miles de millones de dólares de deuda indebida.

–El fallo del juez Jorge Ballestero del año 2000 en la causa Olmos concluyó que sólo una parte de la deuda era ilegítima. ¿La discusión no debería apuntar a que sólo se pague la deuda que es legítima? –No hay que realizar ningún pago a aquellos acreedores que están siendo investigados en causas de la Justicia Federal Penal. De una vez por todas el Congreso debe auditar el conjunto de toda la deuda pública. Una comisión bicameral con un plazo de seis, siete u ochos meses, con técnicos y especialistas nacionales e internacionales, lejos de cualquier sospecha de tipo política. A la vez, esa comisión investigadora debería tener la supervisión de la Corte Internacional de La Haya. Nos oponemos a que se siga pagando deuda sin una auditoría previa y hay que cancelar el pago a toda la deuda que está siendo investigada. El juez Ballestero detectó 477 defraudaciones, una sentencia que nadie cuestionó. Que las autoridades del gobierno de De la Rúa y de Néstor Kirchner no hayan acatado esa resolución es un escándalo.

–La Presidente dijo que la deuda es legítima y sostuvo que algunos hablan de ilegitimidad “como un eslogan electoral”. A su vez, el titular de la UCR, Ernesto Sanz, señaló que quienes plantean no pagar la deuda “no tienen ningún tipo de responsabilidad” y que “mientras más lejos están del poder, plantean cosas más irrazonables”. ¿Qué dice sobre eso? –Esos son los discursos funcionales a los acreedores. Todo eso es falso. Buena parte de los países del mundo investigaron sus deudas. Hoy, el Parlamento brasileño está llevando una investigación de los últimos treinta años de la deuda pública. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, que no es ningún loquito, lo primero que hizo fue investigar la deuda pública.

–¿No piensa que el gobierno de Néstor Kirchner de algún modo reconoció como ilegítima una parte de la deuda al haber hecho una quita del 75 por ciento? –Lo que los kirchneristas deberían haber hecho es acatar el fallo del juez Ballestero. ¿Qué hace un país cuando está en un pleito? Hecha mano a toda la jurisprudencia que más lo favorece, salvo los gobiernos argentinos.

–¿El desendeudamiento no ayuda a tener mayor independencia política? –La deuda no es un problema de soberanía. ¿Por qué cayó tanto el nivel de vida de los argentinos en estos veintiséis años? ¿Por qué cayó la calidad de la educación, de la salud, del sistema social, del transporte y de los servicios públicos? Porque la mayor parte de lo que acumuló la Argentina se destinó para pagar deuda. En estos veintiséis años, hemos pagado cerca de 150 mil millones de dólares, a pesar de la mentira de Néstor Kirchner, que le hizo creer al pueblo argentino que pagándole al FMI 10.500 millones de dólares en 2005 y habiendo renegociado el quite de deuda, la deuda prácticamente se había acabado. Hoy, la Argentina debe más de 200 mil millones de dólares. El oficialismo se pone en víctima y nos dice que está frente a una especie de conspiración destituyente.

Hay más y complementarias declaraciones de Pino Solanas acerca de la deuda externa en su blog-apartado "deuda externa"Y por último, la crítica del libro de María Seoane "El saqueo de la Argentina" (año 2003) en el diario Clarín-Revista Ñ, hecha nada menos que por Rogelio García Lupo, con un título muy sugestivo:

Del endeudamiento y las privatizaciones hasta la catástrofe actual: crónica del robo a un país. Comentario de Rogelio García Lupo (**) 

ENSAYO PERIODISTICO
"EL SAQUEO DE LA ARGENTINA" de María Seoane. Exhaustiva investigación sobre cómo vaciaron el país los dueños del poder político y económico en las últimas décadas. Sudamericana. 570 páginas. $ 39

Cómo fue posible que el Estado abandonara en manos de aventureros privados la función histórica de vertebrar el país, es el tema del nuevo libro de María Seoane, "El saqueo de la Argentina". El hilo oculto que llevó a nuestro país al endeudamiento primero, a la capitalización de la deuda después y casi enseguida al pago con las empresas públicas puede seguirse a pesar de las densas cortinas de humo que a millones de argentinos les impidieron ver la catástrofe que los esperaba al final del carretel.

Es que la tragedia de los 90, escrita ahora por María Seoane ya como texto de historia, se desarrolló en un escenario artificial tan optimista que por momentos hace pensar en el entusiasmo que dominaba al pueblo alemán en las vísperas de la guerra europea. Como los buenos alemanes que no deseaban saber adónde estaban los campos de concentración, los argentinos se aturdieron durante los 90 con una promesa de prosperidad personal que aterrizó violentamente en los pantanos del mayor endeudamiento de la historia, la desocupación y el hambre de millones.

El material histórico de aquella época hoy parece tan lejano que por momentos hasta hace dudar de que se refiera a nuestro país, aunque la mayoría de sus prota gonistas están vivos y activos. Seoane, autora además de las investigaciones "La noche de los lápices", "Todo o nada", la biografía del jefe guerrillero Mario Santucho, y, junto con Vicente Muleiro, "El dictador", la biografía de Videla, ha llevado a cabo una sistemática identificación de personas y grupos económicos comprometidos en el saqueo, sobre sus vinculaciones internacionales y sus objetivos finales. De este modo logra darle carne y hueso a una reconstrucción de época cuyos responsables, ciertamente, prefieren mantener en el terreno de la discusión teórica.

El libro de María Seoane desnuda definitivamente a los sacerdotes del neoliberalismo que emplearon el discurso académico como instrumento del pillaje en gran escala y soporta una lectura al día: los constructores del sistema de negocios, coacción diplomática y corrupción lo planificaron hasta en sus detalles en el Council of Foreign Relations, un tanque de ideas "desde donde —escribe Seoane— se diseminaron las estrategias de seguridad nacional que sostuvieron el proceso de reconversión capitalista de América Latina". Esas estrategias vinculadas específicamente a la crisis de la deuda externa, encontraron entonces una fuerza de choque dispuesta a llevar a la práctica la doctrina "debt for equity", o sea el canje de deuda por activos o por acciones en las empresas públicas latinoamericanas.

Puede provocar escalofríos en estos días la lectura de los nombres de quienes inte graban aquella vanguardia dispuesta a todo para cobrarse la deuda latinoamericana, porque se cruzan inevitablemente con la primera plana de los diarios: el presidente George Bush hijo, el vicepresidente Richard Cheney, el secretario de Estado Colin Powell, la asesora de seguridad Condolezza Rice. María Seoane afirma que cuando los Estados Unidos impulsaron la democratización política de América latina, al cabo de años de respaldar dictaduras militares "no había razones morales o de espíritu republicano, sino de negocios".

Henry Kissinger lo había expresado con su concisión habitual cuando ya en 1987 había dicho que la deuda externa podía emplearse como herramienta política ya que lo verdaderamente importante en relación con América Latina era determinar "qué queremos que sean esos países dentro de veinte años" y de ninguna manera "si pueden pagar los intereses el año que viene". Faltan apenas cuatro años para que aquella profecía de 1987 encuentre su fecha crítica. A la vista de la realidad latinoamericana, Kissinger pudo haberse equivocado. O tal vez era esto que nos cuenta Seoane lo que buscaba entonces.

(*) Interpretación personal sobre Felipe Pigna en "Los mitos de la historia argentina 2"-Editorial Planeta, 2004.
(**) García Lupo es periodista. Fundó Prensa Latina junto con Gabriel García Márquez y Rodolfo Walsh, en 1959.

Desendeudamiento en la era K... ¿no fue como dijeron? Para analizarlo en profundidad y sacar conclusiones propias:

Falso desendeudamiento

El Gobierno no redujo la deuda: reemplazó a acreedores que exigen confiabilidad por aquellos dispuestos a licuar sus activos. La Nación Editorial. 05 de mayo de 2012.

La falsificación de las estadísticas en la Argentina ha producido efectos trágicos. Uno de ellos es que determinados temas no pueden ser analizados en su sustancia, ya que el Gobierno se refugia en sus números increíbles para evitar el debate de fondo. Si se reporta que la pobreza afecta al 6% de la población y que la inflación apenas se sitúa en el 9%, la discusión con el Gobierno sobre políticas públicas contra la pobreza y la inflación se vuelve imposible.

Afortunadamente, quedan en el país un puñado de estadísticas que no han sido falsificadas por el Gobierno. Las estadísticas oficiales de la deuda pública de la Nación y el balance de activos y pasivos del Banco Central conservan, por ahora, un grado de verosimilitud que permite mostrar que el mal llamado desendeudamiento es un mito más de los tantos que ha inventado esta administración.

Como suele hacer el kirchnerismo, que sitúa el inicio del mundo al de su mandato, consideremos el endeudamiento público de junio de 2003, cuando la deuda pública de la Argentina totalizaba 153.000 millones de dólares. A ellos habría que sumarles los exiguos 2000 millones de dólares en notas del Banco Central (Lebacs) para obtener el endeudamiento del consolidado del Tesoro y el Banco Central en ese período: 155.000 millones de dólares.

Los últimos datos oficiales muestran que, a septiembre de 2011, la deuda pública argentina había trepado a 175.000 millones de dólares que, si se sumaran a los 24.000 millones de endeudamiento del Banco Central mediante Lebacs y Nobacs, llevarían la deuda del Estado a 199.000 millones, muy por encima del endeudamiento vigente al inicio del ciclo kirchnerista. A las cifras reportadas de la deuda pública se les deben sumar además 11.000 millones de dólares de deuda impaga no computada en las cifras totales de endeudamiento, lo que llevaría a un total de 210.000 millones de dólares.

Estos 55.000 millones de dólares de aumento en el endeudamiento público ocurrieron aun a pesar de la promocionada quita del 70% en los canjes de deuda de 2005 y de 2010, y después de haber falsificado las estadísticas de inflación para licuar el equivalente a unos 20.000 millones de dólares en la deuda en pesos indexada por el costo de vida.

El aumento sería mucho mayor si se efectúa una estimación de los pagos que algún día la Argentina deberá realizar por los fallos no acatados, y los que surgirán en el Centro Internacional de Arreglos de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi) donde, como en otros aspectos de su relación con el mundo, la Argentina posee una situación "particular": ser el país más demandado en el mundo con 49 casos sobre un total de 184 iniciados.

Y todavía no hemos hablado de las demandas que surgirán a raíz de la estatización de YPF, de las AFJP que nunca fueron indemnizadas, ni de las sentencias favorables a los jubilados cajoneadas por la Anses a la espera de que fallezcan los demandantes. Simplemente utilizando las cifras oficiales de la deuda reportada, y de la que se encuentra en situación de impago, la deuda ha crecido desde 155.000 millones de dólares hasta 210.000 millones, entre 2003 y 2011.

Aparentemente, lo que el Gobierno ha decidido llamar "desendeudamiento" es simplemente el cambio sustantivo que se ha producido en los acreedores del Gobierno. Al pagarle al FMI lo hizo mediante la emisión de Lebacs del Banco Central con las que el ente monetario adquirió las reservas internacionales. Y, luego, para hacerse de ellas el Tesoro canjeó los dólares contantes y sonantes al Banco Central por papelitos de colores a pagar a largo plazo y con tasas de interés cercanas a cero.

También, al estatizar las AFJP, el Gobierno traspasó sus deudas con esas instituciones a las arcas de la Anses, que ahora dócilmente renueva los vencimientos de la deuda con papeles que rinden tasas de interés inferiores a las del mercado.

El desendeudamiento es otro componente del ridículo relato kirchnerista. El desendeudamiento al que se refiere el Gobierno no es la reducción de la deuda; es el reemplazo de acreedores que exigen información confiable y tasas de interés de mercado por acreedores dispuestos a ver licuados sus activos. Aunque ello conlleve la destrucción del balance del Banco Central o la licuación de los ahorros de los jubilados. Una prueba más de que para este Gobierno no hay límites legales ni morales en la construcción del poder absoluto.



Más info sobre el tema en este blog:

Cipayos: economistas del establishment al paredón
Deuda externa y club de París